miércoles, 4 de mayo de 2011

Segundo Relato. Más corto y más intenso.

Pues eso, que hace poco creé este relato como regalo de cumpleaños para una amiga y me permito la licencia de compartirlo por aquí.
Espero críticas positivas o CONSTRUCTIVAS.

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SIN TÍTULO

Tres gotas de sangre.

Es la cantidad que he desperdiciado en ésta ocasión. Me relamo lo labios y cierro los ojos mientras noto los últimos dos latidos de mi presa bajo el peso de mi cuerpo. Mis rodillas están clavadas en su espalda, inmovilizándolo, y mis manos aún sujetan su cabeza contra el suelo para dejar su garganta al descubierto, aunque ya he drenado completamente su cuerpo. Junto a su cara, desfigurada por el terror previo a su muerte, tres pequeñas gotas rojas forman un triángulo perfecto.

Visualizo las tres gotas tras mis párpados mientras noto como la sangre caliente termina de descender por mi garganta y se vierte en mi estómago. He bebido cuatro litros; no suelo excederme al alimentarme, pero tras cinco días sin probar una sola gota, la ansiedad comenzaba a guiar mis actos. La sangre, al contrario que la comida ‘’normal’’, no se espera en el estómago a ser digerida, sino que pasa directamente a los intestinos, donde los nutrientes son absorbidos y enviados rápidamente a mi torrente sanguíneo.

En, como mucho, cincuenta minutos, todo el líquido ingerido saldrá de mi cuerpo, con lo que tengo que apresurarme en volver a casa. No es tan atractivo como en las novelas, pero nada puedo hacer para remediarlo…

Comienzo a notar como mis fuerzas se restauran y como mis heridas se regeneran, provocándome una picazón allí donde mi comida me ha apuñalado intentando defenderse. Tres agujeros finos e irregulares muestran mi pálida piel a través de mi vestido, que ha pasado del azul oscuro al granate en pocos minutos. Se que no debo hacerlo, pero mientras avanzo por las calles solitarias, me rasco bajo la clavícula, allí donde se está curando el primer impacto de su navaja. Pica horriblemente, y por culpa de mis rascadas quedará cicatriz.

Como dije antes, no suelo ser tan descuidada al alimentarme, pero ese cabrón de Theodore se llevó mi alijo hace cinco días dejándome a mi suerte. Pretende echarme de su territorio, y no le culpo. A nadie le gustan los parias, y yo soy una de las peores. No me malentiendan, no voy buscando pelea, pero tengo una especie de imán para los problemas gordos, y siempre hay algún clan que se ve afectado. Hace apenas seis meses que comencé a vivir a estas alturas de la isla, y ya me avisó en su momento: ‘’Si la lías, te vas fuera. Y no habrá avisos’’.

Theodor no es mal tío, pero se preocupa exclusivamente de si mismo y de sus afiliados, y como me negué a unirme a él, no entro en su ‘’círculo’’. Vivir como una paria tiene sus ventajas, principalmente la libertad de movimientos, pero siempre estás expuesto, nadie te protege o te suministra la sangre, así que te toca cazar. Y lo más importante, no puedes cazar en los territorios de los clanes, sobretodo en el territorio del clan que te permite vivir entre ellos. El perro no debe morder la mano del humano que le permite vivir en el jardín, al igual que un paria jamás debe morder la mano del clan que le permite pasearse libremente por sus límites.

Lo más normal es que, cuando salgo de caza, me limite a sacar un par de litros (con material médico, es decir, aguja, tubo y bolsas de sangre) a algún yonqui o algún mendigo, alguien a quien nadie vaya a echar de menos, y una vez pasa el efecto del cloroformo se despiertan tan frescos y se creen que se han desmayado. Eso es lo normal, pero como dije, cuando pasas mucha hambre siendo de mi condición (la cual no hace falta que especifique), no te guía la lógica, sino el instinto de caza.

Ahora que lo pienso, creo que no he limpiado ni el escenario del crimen… Theodor me dará algo más que un aviso…

Aprieto el paso, intentando llegar a mi casa antes de que empiece a apretarme la vejiga, pero el ruido de un mendigo arrastrando lastimosamente un carrito de la compra con todas sus pertenencias casi hace que me mee encima. Trato de serenarme sin bajar el ritmo, ya que no estoy segura en las calles de Manhattan, ni siquiera con mis fuerzas renovadas.

Sobre el hambre, en realidad se poco. Hace relativamente poco que entré en este mundillo, aunque me han dicho que pasar de los dos años ya es un logro, así que no tengo toda la información que quisiera, pero se lo más importante: si bebes cada dos o tres días, tus instintos están apaciguados y tus sentidos completamente alerta. Incluso tu regeneración habitual se ve alterada.

Me palpo la herida del vientre con la mano y compruebo que la sangre ya lleva un rato coagulada y que la carne comienza a juntarse. Hago un esfuerzo titánico para no rascarme. Como todo proceso de curación, pica, y mucho; pero al ser un proceso tan rápido, todas las sensaciones que deberías notar a lo largo de las semanas, lo notas en pocas horas. Resulta tan desagradable como práctico.

-Pero si es la sanguijuela de la Avenida A.

Mierda.

-Hola, Theodore.
-¿Sabes que me ha contado un pajarito?
-Si ha sido Héctor, debe haber sido un pajarraco gordísimo.

Theodor descarga un puñetazo fortísimo en mi vientre. La herida se me abre y suelta un escupitajo de sangre en el interior de mi vestido que mancha mis bragas.

-Si, ha sido Héctor. Es lo que pasa cuando te pasas de lista, que la gente desconfía.
-¿Tan inteligente te parezco? ¿O es que me estás tirando los trastos? Ya deberías saber que no soy tan facilona…
-Si no cierras la boca, te la tendré que cerrar yo…
-¿Ya pretendes amordazarme? Al menos invítame a cenar primero…

Tercer error de la noche. Descarga un puñetazo que se dirige a mi clavícula herida, pero meto la mano por medio y la golpea con fuerza. La puñalada que atraviesa mi palma de lado a lado escupe sangre sobre mi cara. Siento la tentación de lamerla, pero tan solo serviría para hacerme un agujero en los intestinos. No… un trago de sangre infectada no es lo que mejor me puede venir ahora…

-Has incumplido la segunda norma.
-¿Ponerme las mismas botas dos días seguidos?

Esta vez si alcanza mi clavícula, que cruje bajo el peso de su golpe. Voy a necesitar bastante sangre para curar eso.

-Mira, si quieres que me vaya de tu territorio, pégame la paliza que ambos sabemos que me vas a dar, yo me arrastro hasta un agujero hasta que me pueda mover, y me largo en cuanto me pueda poner de pie. ¡Y todos contentos!
-No es tan sencillo, Sonia. Has matado a un hombre inocente en nuestro territorio, partiéndole dos costillas y dejándole una preciosa marca dental en el cuello. ¡Eso sin olvidar que le falta toda la puta sangre!
-¿Al sol?
-Al sol.

La cagamos.

-Sabes que es totalmente innecesario, ¿no? Es decir, pasará de ser un crimen que no podréis explicar a ser dos, ¡y uno de ellos será una momia ensangrentada con los ojos como pasas! ¡No te beneficia en nada!
-Lo que no me beneficia es dejarte con vida. Ya me advirtieron los del sur: ‘’si dejas que entre, no pasará un día sin que desees echarla’’.
-Ésos son unos gilipollas charlatanes.
-Unos gilipollas charlatanes que tienen toda la razón. Así que házmelo fácil y ven conmigo.
-Y una mierda…

Cuarto error de la noche. Puede que yo me acabe de pegar el festín de mi vida, pero Theodor, como jefe de clan que es, se bebe dos putos litros diarios. Vamos, que está hasta las cejas de sangre y la única forma de matarlo es una bomba con fuerza suficiente para desintegrar a un elefante o una ametralladora Gatling. Es como el Increíble Hulk pero escuerzo y con gafas de pasta. Ah, y con un corte de pelo de niño pijo. Comienzo a entender el porqué me cuesta tanto tomarlo en serio…

Los primeros tres golpes los noto, pero a partir del cuarto me vuelvo insensible. Ha cometido el error de darme el primero en la cabeza, que me ha mareado lo suficiente para caer en un estado de semiinconsciencia en el que la paliza propinada surte menos de la mitad de efecto. Si salgo de ésta, le daré clases prácticas de intimidación física…

No se cuanto tiempo ha pasado, pero estoy segura de que han sido más de veinte minutos. Me sangra toda la cara y tengo algunas costillas rotas, a parte de la clavícula y, casi seguro, alguna fractura en la cadera. Los huesos me queman, intentando sanar las fisuras que acabo de recibir, pero Theodore no me permite un respiro y comienza a tirar de mí en dirección a la sede de su clan. Bueno, a la sede que yo conozco.

Se a donde me lleva porque veo de pasada un cartel publicitario del disco de Paris Hilton mientras tira de mí. El último cartel que queda y sobre el cual se ha vertido más semen que en un banco de esperma.

-¿Qué crees que haces?

Esto se pone interesante. Un transeúnte con aspiraciones heroicas va a recibir el mayor castigo físico de su vida.

-Creo que la chica no quiere ir contigo.
-No me jodas.
-Suéltala, jovencito.
-Que también seas un chupa-sangre no significa que seas mayor que yo.

Theodore suena casi tan irritado como hace media hora, cuando se cruzó conmigo. Como éste tipo lo haga enfadar más que yo, me voy a tener que poner seria.

-Mira, jovencito, soy mayor que cualquiera en esta ciudad.

No me jodas que…

-¿Tú eres…?
-Las presentaciones son innecesarias. Suéltala.
-¿Sabes? Me vienes que ni caído del cielo. Justo cuando necesitaba un poco de ayuda electoral, viene alguien como tú para que demuestre mi fuerza.

Con los ojos hinchados por los golpes, apenas soy capaz de ver como dos sombras se echan la una contra la otra y que una de ellas sale volando por los aires. La sombra que aún permanece de pie se acerca y me ayuda a incorporarme.

-¡Me bastaba yo sola!
-No lo parecía…
-¿Qué cojones haces tú por aquí, Damian?
-Encargarme de mis errores.
-¿Y yo soy tu error?
-Lo eres cuando te dedicas a alimentarte de gente inocente de una forma tan sucia.

Noto sus manos bajo mi mandíbula. Con una sujeta mi nuca y con la otra mi barbilla.

-No se repetirá. ¡Lo juro!
-Me pienso encargar de ello…

Y gira mi cuello.


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¿Que os ha parecido?